- Editorial:
- FUNDAMENTOS
- Año de edición:
- 2018
- ISBN:
- 978-84-245-1370-2
- Páginas:
- 192
- Encuadernación:
- Bolsillo
FRANCISCO MORANO
UN AUTOR A CONTRACORRIENTE
VASCO SAN MIGUEL, EDUARDO
El caso de Francisco Morano (1876-1933) es paradigmático y a la vez atípico en la historia de nuestro teatro. Paradigmático porque no se trata de un actor sin formación, que aprende el oficio practicándolo y consigue sobresalir e independizarse hasta ganarse un sitio relevante en la escena de su época. Atípico porque, tras recibir la influencia de algunas compañías europeas que visitan España, decide cambiar su manera de entender el arte interpretativo y defender, a contracorriente, valores completamente ajenos a la cultura teatral que le rodea. Morano busca realizar un arte más propio de su tiempo y, atento a las nuevas dramaturgias europeas, intenta desarrollar lo que entiende como naturalismo; un concepto que en España fue variando su significado en la escena según se transformaban la percepción y el gusto de los espectadores. Y todo esto en un momento en el que la taquilla mandaba, feroz, sobre la escena española.
Tenía unas cualidades innatas para la escena: corpulento, con una potente voz, gran energía física y una memoria prodigiosa que le permitía recordar los papeles con pocas sesiones de estudio, evitando depender del apuntador. Morano era el prototipo de actor intuitivo y versátil; no era un hombre de una gran belleza física, lo cual le ayudó a trascender el tipo habitual de galán e interpretar un gran abanico de personajes diferentes. Su fuerte carácter y su marcada personalidad determinaron en muchas ocasiones su trayectoria, así como una manera propia y muy característica de vivir y hacer teatro, reflejada después en un gran número de anécdotas que corrieron por los mentideros del oficio durante décadas.
En definitiva, un actor fascinante, de gran personalidad, empeñado en luchar por lo que pensaba que debía ser el arte escénico desde la independencia y el riesgo. Por eso merece la pena conocer su historia, porque conserva esa esencia de los cómicos de antaño que, todavía hoy, nos mantiene inmersos en este oficio que amamos sin remedio.